Crítica de Shin Chan: El superhéroe, siguiendo los pasos de Stand By Me Doraemon, Shinnosuke estrena una década después su primera película en tres dimensiones.
Hitoshi One, el director del live action de Bakuman, y Shirogumi, la productora de Stand by me Doraemon, nos traen Shin Chan: El superhéroe, la película número 31 de la saga que llega con un apartado visual único en su historia.
Existieron ejemplos previos de animes bidimensionales que quisieron experimentar con el salto al CGI a través de adaptaciones cinematográficas, pero fue alrededor del año 2010 cuando empezamos a ver la afloración de varios proyectos que guardaban una conexión entre sí para abordar un objetivo común.
Este es convertir longevos animes en largometrajes que podían ser disfrutados de manera independiente a las series en las que se basaban, produciéndose mediante una técnica que hasta entonces había sido poco explorada en la animación japonesa.
Cintas como Capitán Harlock (2013), Los Caballeros del Zodiaco: La leyenda del Santuario (2014), o Gantz: O (2016), optaron por adoptar un apartado visual más oscuro e hiperrealista en su salto a las tres dimensiones.
Mientras que Astro Boy (2009), Stand By Me Doraemon (2014), o Lupin III: The First (2019) mantuvieron un tono más caricaturesco que iba en sintonía con los animes de los que partían. Sin embargo, y dentro de sus respectivos enfoques artísticos, todas seguían la línea de la animación realista estilizada.
Shinnosuke se luce por primera vez en CGI
Shin Chan: El superhéroe llega tarde a esta tendencia, y lo hace con una animación por CGI que se distancia de la utilizada por sus hermanas para intentar ser más fiel a la serie original, sin renunciar por ello a la innovación técnica que se viene demandando desde hace una década.
La cinta es una respuesta al éxito de Stand By Me Doraemon -que tuvo secuela 2020- y a las producciones coetáneas, aunque en lugar de seguir los pasos de esas propuestas, Shin Chan: El superhéroe utiliza un cel shading discreto.
Este se caracteriza por el uso de la línea para marcar el contorno de sus personajes, pero lo acompañan una iluminación y unas texturas con volumen que no buscan imitar el sombreado plano de la animación de la serie original en que se basa.
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Animes como por ejemplo Drifting Dragons (2020) sí han tratado de emular la animación tradicional, en tanto que la película de Shin Chan se encuentra a caballo entre una estética y otra, abrazando con timidez el realismo para seguir siendo cartoon con el propósito de sorprender al público en su primera incursión en el terreno del CGI.
La cinta quiere gustar: explotar sus recursos para hacer algo vistoso con varias batallas a lo largo de sus 90 minutos de metraje, o regresar a localizaciones conocidas del anime transitadas por personajes secundarios populares a quienes por fin vemos de forma tridimensional en una película.
Shin Chan: El superhéroe cumple con su doble finalidad de ser el sueño cumplido de su fandom -que no había visto a la saga tocar otras técnicas animadas fuera de las cabeceras de los largometrajes o en los videojuegos- y ser una cinta de aventuras decente.
En ella se plantea una historia de fantasía, que se sale del costumbrismo habitual de la serie al igual que en Doraemon, convirtiendo a Shinnosuke en el singular salvador de Kasukabe gracias a una fuerza cósmica que le confiere diversos poderes.
Como ya tiene por costumbre, el culo del pequeño Nohara se convierte en el vehículo perfecto para ejecutar su magia, apartado en el que posiblemente se hayan volcado los mayores esfuerzos en la animación.
Al cambiar de medio era casi inevitable que se tuvieran que hacer algunas concesiones, y lo que se ha ganado en innovación se ha perdido en dramatismo. Es difícil conseguir recuperar la plasticidad y distorsión del movimiento de los dibujos en 2D con modelos en 3D.
Algo que se puede apreciar en las encorsetadas acciones del cuerpo, incluso en las perspectivas, pero que destaca sobre todo en los rostros, con gestos que se quedan siempre a las puertas de la expresividad del anime, agravados por unas bocas en las que cuesta ver líneas curvas porque se aprecia la geometría.
En su ejecución es simple, pero es correcta y resultona, al igual que ocurre con su historia. La lucha del héroe contra el villano -aunque con un trasfondo justificado en que se explora el bullying-, no es una narrativa que sorprenda.
Y las menciones a las preocupaciones sociales y económicas de sus personajes no dejan de ser un guiño, ya presente en la serie, al público más adulto de esta propuesta familiar.
Como también lo son el regreso a los chistes escatológicos o la obsesión desmedida del padre y el hijo por las tetas. Eso sí, lo soez queda rebajado al no encontrarnos con esos desnudos de los que suele hacer gala su protagonista.
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Este humor tan característico debe mucho al equipo de localización y de doblaje de la saga, que tan en falta se echan en su último videojuego y que aquí regresan. Sin ser desternillantes, se traducen bien las absurdas meteduras de pata lingüísticas de Shinnosuke al tiempo que se recupera a las voces habituales en castellano de sus personajes.
Sin ellas, Shin Chan nunca habría logrado convertirse en el fenómeno que es hoy en día en nuestro país, y sus largometrajes no habrían pisado nuestras fronteras como siguen haciendo con asiduidad. Un año después de su estreno en Japón, Shin Chan: El superhéroe aterriza en la cartelera española el próximo viernes 18 de octubre.